Con bastante frecuencia, ciertas palabras quedan fuertemente asociadas con un determinado conjunto de ideas, más allá de su significado formal.

La palabra “discriminación” por ejemplo ha quedado asociada al fenómeno de la exclusión social o al trato desigual. A pesar de que su acepción principal hace referencia a la idea de diferenciar una cosa de la otra, la palabra tiene una carga cultural tal, que prácticamente queda relegada (al menos en lo que respecta al uso habitual) a esa acepción.

En el mundo de la Nutrición, la palabra “dieta” es, probablemente, la mejor representación de cómo las palabras se cargan de valores e ideas.

¿Qué significa dieta para el diccionario de la Real Academia Española (RAE)?

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 Si bien la definición de la RAE nos acerca estas tres acepciones, ninguna de ellas captura realmente la carga cultural que la palabra “dieta” contiene.

Por ello, y porque creo que el tema lo amerita, me propongo la tarea de buscar definiciones que reflejen más fielmente los sentidos que el uso habitual le han otorgado a este polémico término.

Primera acepción: la “descriptiva”.

 La primera aproximación que quiero hacer es la más “light” (cuac).

Aquí va mi propia definición de esta acepción:

“Conjunto de características relacionadas con la forma de alimentarse de un grupo de personas o de un individuo”.

Esta dieta no se «sigue» ni se «cumple», sino que describe o resume las características de un patrón de consumo de alimentos.

Ejemplo: La dieta de los estadounidenses es alta en bebidas azucaradas; la dieta de los pobladores tradicionales de Okinawa está conformada esencialmente por hortalizas, frutas, arroz, pescado…etc.

Dado que esta acepción apunta esencialmente a describir, se me viene a la mente la idea de un dedo índice que simplemente señala. (Imagen 1)

Segunda acepción: la “prescriptiva”.

 Los que caminamos senderos relacionados con la salud, y especialmente con la alimentación, solemos encontrarnos con tendencias, modas, ideas pasajeras o, en nuestro mundillo…dietas. Aparecen, revolucionan el mercado, alcanzan un pico y luego se diluyen con mayor o menor velocidad…

Me resulta incluso ridículo enumerarlas, pero no puedo evitar hacerlo (No pienses en un elefante rosa).

Me imagino sentado en la banqueta de Feliz Domingo (si no saben qué es Feliz Domingo por ser extranjeros, me disculpo; si no lo saben por ser demasiado jóvenes, sepan que los envidio), emponchado con la bandera de mi colegio, auriculares puestos, y Silvio Soldán diciendo:

«Sin repetir y sin soplar…dietas que estuvieron de moda, como por ejemplo “la dieta de la luna”, comenzando…ya!

Mis neuronas se desperezan; potenciales de acción recorren todo mi sistema nervioso llevando y trayendo información. Aclaro la garganta y comienzo:

-La del grupo sanguíneo.

-La disociada

-La McDougall

-La Dukan.

-La del pH

-La Atkins

-…
En fin, basta de Feliz Domingo por ahora.

Si tuviera que ensayar una definición de esta acepción, diría acaso, algo así:

 “Régimen alimentario que contiene una serie de pautas, reglas o lineamientos que deben seguirse para lograr un objetivo determinado”.

 Normalmente, este tipo de dietas vienen dictadas por una figura de autoridad (ya sea que la autoridad tenga o no validez formal) y contiene alguna suerte de explicación sobre por qué la propuesta en cuestión va a permitir al individuo lograr los objetivos que se propone.

En esta acepción caen las expresiones «sigo la dieta Dukan», «la dieta disociada es muy difícil de llevar a cabo».

Vale decir que una dieta planificada por un/a profesional de la nutrición también entra en esta categoría, más allá de que sea más o menos adecuada.

Dado que esta definición le es dada a un individuo por una figura que supone una mayor autoridad (ya sea un libro impresentable o un/a excelente profesional) y que tiene la forma de normas a seguir, se me viene a la mente la idea de un dedo índice apuntando hacia arriba, diciendo de algún modo “haga esto”. (Imagen 1)

Podría incluso jugarse con la idea de una variación “proscriptiva”, en el sentido de que muchas de estas normas apuntan al hecho de prohibir o restringir ciertos alimentos, pero por ahora dejémoslo aquí.

Tercera acepción: la “imaginativa” o utópica.

 Llegamos finalmente, a la acepción más “jugosa”.
Comienzo, nuevamente, ensayando una definición.

“Comportamiento alimentario que sobreviene cuando un individuo llega a la conclusión de que su alimentación lo ha llevado a un nivel de disconformidad o incomodidad con su propio peso, salud y/o imagen corporal tal, que es preciso modificarlo.”

Este comportamiento se caracteriza por privarse por un periodo (normalmente corto) de ciertos alimentos y/o comportamientos alimentarios.

La diferencia fundamental con la acepción prescriptiva es el abandono casi total del sentido común en los métodos aplicados para lograr el objetivo en cuestión. Hay un enorme componente restrictivo y de sufrimiento en este proceso. Hay también algo de urgencia, y una necesidad de pasar de un polo al extremo opuesto.

Dado que las actitudes y comportamientos asumidos como consecuencia del impulso inicial son esencialmente insostenibles, el individuo vuelve, normalmente, a los viejos comportamientos que lo llevaron hasta un nivel similar (o normalmente peor) al de la situación inicial.

Este ciclo suele repetirse en lo que se conoce como una dinámica de círculo vicioso.

Esta acepción tiene un componente muy fuerte de temporalidad, utilidad y de irracionalidad.

Temporalidad porque supone una duración breve desde su concepción. Nadie que emprenda comportamientos de esta índole lo hace con la idea de que va a hacer eso siempre.

Utilidad porque está apuntada implícita o explícitamente, a un objetivo determinado. Ya sea bajar de peso, reducir los valores de colesterol LDL, o ganar masa muscular, está en función de una meta.

El componente de irracionalidad está basado en la falta de lógica al considerar que un comportamiento acotado en el tiempo puede lograr objetivos permanentes en algo que es esencialmente tan dinámico como el peso corporal.
La irracionalidad surge entonces de una mala coordinación entre objetivos y expectativas. Si mi objetivo es tener una alimentación saludable, no puedo pretender seguir unas cuantas reglas un par de semanas o meses. No tiene sentido.

Sin embargo, la desesperación lleva habitualmente a abandonar la racionalidad y entregarnos a las utopías.

Acepción 1kerdey@illinois.edu

Temporada de dietas.

Una pastilla divertida que tiene alguna relación con lo anterior.

Es particularmente interesante observar los comportamientos de los internautas en relación a la búsqueda de la palabra “dieta” (en Google).

Decidí observar un período de 10 años y debo decir que los resultados tienen bastante lógica.

¿Podes observar los patrones repetitivos de la línea?

 

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Fuente: Google Trends.

A pesar de que el eje X no lo muestra, cuando uno pasa el mouse por la figura, puede ver que esos pequeños picos reflejan un aumento de la búsqueda de la palabra “dieta” sistemáticamente los meses de septiembre/octubre (antes del verano), baja profundamente en diciembre (cenas de fin de año, Navidad y otras fiestas), y aumenta nuevamente los meses de enero (probablemente parar reparar los excesos de las fiestas).

Seguramente, la gran mayoría de estas búsquedas terminarán en sitios serios, rigurosos, con foco en el largo plazo y orientado a educar a las personas. ¿No?

 

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Marge, Homero y Lisa riendose de mí.

 

Conclusión final

Negar que las palabras adquieren una identidad y una dinámica propia en la realidad no tiene demasiado sentido.

Si bien es probable que la gran mayoría escuche o vea la palabra dieta y le pase lo siguiente…

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…es válido también decir que no todo lo que esté cerca de la palabra “dieta” merece caer en la volteada.

Me despido con el deseo (un tanto pretencioso) de que cada vez que escuches la palabra “dieta” te acuerdes de este artículo. Porque si de algo estamos seguros, es que no vamos a dejar de hablar de dietas: «Dieta não tem fim»